Martes, 5 de julio, todo ha cambiado. Mi casa ya no es mi casa, mi compañera de piso ahora es él, mi cuarto tiene puerta y armario, cómoda y estantería de ikea. Tengo salón. Y subo 5 pisos andando. Tele gigante de las que a ellos les gusta y sofá para dormir la siesta.
Y todo sigue igual, estoy contenta y asustada, quiero hacer muchas cosas que llevo retrasando a cuando el máster esté finiquitado, y para eso quedan 10 días.
¿Qué me espera entonces? Retomar la lectura, empezar en una empresa enoorme, quizás (aunque dicho con la boca pequeña) el gimnasio, e incluso en un alarde de optimismo un fin de semana en alguna playa de aguas cristalinas.
No soporto la espera.
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